A continuación, pasamos a reproducir los artículos publicados en La Tribuna de Toledo (Adolfo de Mingo), a colación del 125 aniversario de La Venta de Aires. Nuestro propósito es dar a conocer la ingente historia de este establecimiento, repasando desde su fundación (a cargo del matrimonio formado por Dionisio Aires Glariá y Modesta García-Ochoa) hasta las numerosas personalidades que han pasado por la entonces fonda (Rafael Alberti, Salvador Dalí, Richard Nixon,etc), consiguiendo con ello recalcar la importancia del restaurante para la ciudad de Toledo.
El libro de visitas de la Venta de Aires -segundo volumen, en realidad, pues el primero fue entregado al fuego por sus primeros propietarios a comienzos de la Guerra Civil por temor a represalias milicianas debido a la presencia de varias firmas reales, entre ellas la del propio Alfonso XIII- recoge entre sus páginas un impresionante mosaico de personalidades. Tras un oneroso comienzo, timbrado a comienzos de la dictadura franquista por el águila de San Juan y varias rúbricas nazis (incluida la cruz gamada), la reanudación del registro de visitantes da paso a una sugerente mezcolanza de actrices y toreros, intelectuales, sacerdotes y artistas. Conviven entre sus páginas con el testimonio de burócratas de provincia, visitantes domingueros y simples garabatos anónimos que ya nadie podrá descifrar. A falta de un estudio sistemático que revise todas esas presencias -el siglo XX en Toledo requiere necesariamente mayor atención por parte de los historiadores-, nos limitamos a mostrar aquí algunos ejemplos elegidos al azar.
Sus testimonios agradecen a los propietarios de los años cuarenta y cincuenta su amabilidad, rinden homenaje a los cocineros con sincera glotonería o se representan a sí mismos en el interior del edificio, cuyo patio enjalbegado y emparrado había descrito el escritor Alberto Insúa a comienzos de los años treinta. Otros dibujos improvisados echan a volar la imaginación y muestran evocaciones de la ciudad antigua, convirtiendo el entorno en «luz y paisaje», según había descrito Pedro Garfias algunos años atrás.
El turismo de masas -la excursión en Autopullman desde Madrid hasta las mismas puertas de la Venta costaba 250 pesetas a comienzos de los sesenta- acabará ligando la imagen del autobús con la del Circo Romano, a menudo con escaso respeto por las ruinas. Es en aquel momento cuando llegan los grandes premios, comenzando por la Medalla al Mérito Turístico en 1965 o la Medalla de Plata al Mérito en la Hostelería en 1973. La visita del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, en 1963 -el mismo que preguntó cuántos dólares costaba la custodia de la Catedral-, es sin duda el mejor paralelismo entre la fortuna del negocio y la España de su tiempo. El mejor contrapunto, las visitas de Buñuel aprovechando los dos rodajes que realizó en la ciudad a comienzos y a finales de los setenta, Viridiana y Tristana.
Otro reencuentro con la Venta de Aires fue el que Rafael Alberti mantuvo en 1987, plasmado en una de las páginas más entrañables de todo el libro. El poeta y pintor, miembro de la Orden de Toledo junto con María Teresa León -a quien acompañó en 1936 como representante de la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico-, ya había vuelto a la ciudad a comienzos de los ochenta para honrar la memoria de Alberto Sánchez. No tendría inconveniente en recorrer, una vez más, la ruta de las perdices.