A continuación, pasamos a reproducir los artículos publicados en La Tribuna de Toledo (Adolfo de Mingo), a colación del 125 aniversario de La Venta de Aires. Nuestro propósito es dar a conocer la ingente historia de este establecimiento, repasando desde su fundación (a cargo del matrimonio formado por Dionisio Aires Glariá y Modesta García-Ochoa) hasta las numerosas personalidades que han pasado por la entonces fonda (Rafael Alberti, Salvador Dalí, Richard Nixon,etc), consiguiendo con ello recalcar la importancia del restaurante para la ciudad de Toledo.
Es, con 125 años recién cumplidos, el restaurante más antiguo de Toledo. La estratégica posición de la Venta de Aires junto a la carretera de la Fábrica de Armas (Avenida de Carlos III), sumada a una agresiva estrategia empresarial -que incluía desde comprar a cambio de comidas las recomendaciones de los monaguillos (piezas clave en el embrionario turismo toledano, pues tenían contacto directo con los visitantes) hasta la construcción de un pequeño frontón para solaz de los aficionados madrileños-, fue tan importante para su rápido éxito como las célebres perdices estofadas.
El negocio nació como merendero en 1891, en unos terrenos situados sobre las ruinas del Circo Romano, que la Sociedad Arqueológica Toledana acababa de empezar entonces a excavar. Habían pertenecido a Lino Pérez y eran popularmente conocidos como «Los Bartolos» debido a su proximidad a los restos del monasterio de San Bartolomé de la Vega, destruido durante la Guerra de la Independencia. Sus fundadores fueron Dionisio Aires Glariá -empleado de la Fábrica de Armas, entonces principal motor económico e industrial de la ciudad- y Modesta García-Ochoa. Este matrimonio regirá el establecimiento durante varias décadas, pasando luego a sus descendientes. En 1988 fue comprado por sus actuales propietarios, que se han mantenido fieles a su larga tradición histórica.
Conocemos los planos originales del edificio, obra del arquitecto municipal Juan García Ramírez (fue autor de la fachada del Cine Toledo, recientemente estudiado por Rafael del Cerro Malagón, y de la importante reforma en la fachada occidental de Zocodover que dio como resultado los bajos comerciales de Telesforo de la Fuente y del Café Español). El conjunto, cuyo aspecto exterior se ha mantenido casi inalterado hasta la actualidad -a excepción de la cartelería de la imagen derecha, realizada en los años treinta-, poseía dos comedores, cuatro dormitorios y un espacio dedicado a «juego de pelota» que podía ser aprovechado en los banquetes de muchos comensales.
Su éxito fue muy rápido, lo que se debió a una conjunción de varios factores, desde su emplazamiento hasta los populares bailes de carnaval (en los que no era necesario pagar entrada), pasando por el patrocinio de personajes tan destacados como José Polo Benito, deán de la Catedral. Sea como fuere, no habían transcurrido ni diez años desde su fundación cuando la Venta de Aires ya era frecuentada por las principales autoridades de Toledo, incluidos el alcalde, el gobernador civil y el amplio número de militares y trabajadores de la Fábrica de Armas.
El periodista Rómulo Muro (1867-1927), autor de una descarnada crónica de la ciudad en 1902, solo salvó a este establecimiento de todo Toledo:
«El encontrar dónde comer es otra gran dificultad de que tampoco se cuidan las autoridades, pues las fondas resultan demasiado caras para el excursionista que aprovecha los trenes baratos, y en las tabernas y restaurants cuesta todo un sentido. Como excepción merece citarse el restaurant del Circo Romano, inmediato a la Puerta de Bisagra, donde su dueño, Dionisio Aires, procura complacer al forastero como en tiempo normal, y todos salen satisfechos del precio y del servicio, consignándolo así no como reclamo, sino como justicia merecida».
El número de celebraciones, bodas y eventos de todo tipo realizados hasta 1936, cuando se produjo la muerte de su fundador, fusilado a los 84 años de edad, es demasiado largo para este espacio. Aquí celebró su banquete de despedida el gobernador Manuel Teixeira en 1906; también se mantuvieron encuentros municipales, entre ellos la comida que el alcalde Pedro Martos ofreció a los empleados del Ayuntamiento y a varios concejales. Durante los años diez, el establecimiento sería testigo de la creación de un temprano club ciclista (1911) y del homenaje que la Cofradía de la Virgen del Valle realizó en honor a Sixto Rodríguez Cea (1915), entre otros encuentros recogidos por la prensa del momento. Acontecimientos como la inauguración del Museo del Greco (1911) y la celebración del tercer centenario de este pintor (1914) beneficiarían al negocio enormemente. Pronto se unieron a las celebraciones toledanas visitas internacionales de alto nivel, como la visita de Marie-José, princesa de Bélgica, en 1929 (un año antes de convertirse en reina consorte de Italia).
Conscientes de la importancia que tenía ofrecer una gastronomía internacional sin perder el lucrativo reclamo de su esencia, los propietarios de la Venta de Aires, negocio que pasaría a la hija del matrimonio, Carmen Aires, añadieron novedades a los antiguos menús. Las perdices, no obstante, se mantuvieron fieles a la tradición. También la «tortilla a caballo» (con carnes de cerdo) y el contundente vino blanco de Yepes que degustaba la Orden de Toledo -con el joven Buñuel a la cabeza- en el interior de su pequeño patio emparrado. Serán precisamente esos alimentos, no ninguna delicatessen francesa, los que el cineasta aragonés recordaría mejor al regresar a la ciudad cuarenta años después, durante el rodaje de sus películas toledanas.