¿Por qué casarse en invierno?
Indudablemente, todas las estaciones tienen su encanto: en primavera nos encanta ver como los días se alargan poco a poco, y como los árboles comienzan a florecer, en verano disfrutamos de largas veladas bajo la luna desprovisto de abrigo alguno, y en otoño la estampa de tonos marrones que nos regalan las hojas de los árboles es realmente especial. Sin embargo, poco se suele decir a favor de la época más fría del año: el invierno.
Sin embargo, con la llegada del frío parece invadirnos un sentimiento de recogimiento, de cercanía con los demás, que se ve refrendado por el par de semanas en las que disfrutamos de la navidad. Esta sensación entronca a la perfección con el espíritu nupcial, tanto entre la pareja de novios como entre los invitados, pues son fechas para estar más cerca que nunca de aquellos que realmente te importan, más aún cuando, con la cercana llegada del punto y final al año, y como diría alguna popular canción, hacemos balance de lo que este nos ha deparado.
Además, celebrar una boda en invierno le confiere al evento un carácter distinto, pues lo típico es que la bodas sean en época estival, aportando originalidad; qué decir si, cuando repases el álbum fotográfico de la boda, el blanco del vestido de novia se ve refrendado por una escena nevada…
Y no sólo son razones “románticas” las que pueden invitarnos a celebrar la boda en invierno: es bastante probable que encontrar fecha resulte mucho más sencillo, ahorrándote con ello auténticos quebraderos de cabeza.
Por último, y siendo igualmente pragmáticos, ¿qué mejor estación para viajar por la luna de miel a un destino paradisíaco en el que disfrutar de una temperatura agradable? España es un destino costero excepcional, y tenemos todo el verano para disfrutar de la costa sin tener que recorrer miles de kilómetros.